martes, 9 de octubre de 2007

Poesia de Maria del mar Estrella

dibujo de Federico


MARIA DEL MAR ESTRELLA - poeta - compositora - artista
mariadelmarestrella@hotmail.com

El amor en la tierra
Porque del vientre azul de una gaviota

sale un arma cargada de futuro
y un niño se levanta del naufragio
para justificarnos la derrota.
Porque de todas partes ladran sueños
como perros furiosos a la luna
y el otoño te duele, irremediable.

Porque te falta sol en los bolsillos
y se te acaban todas las respuestas
y no sabes que hacer con tanta rosa
que te tiembla en la máscara.


Porque es difícil la verdad y pesa
no te derrumbes
no te derrumbes

Nadie nos dijo que era fácil el amor en la tierra.

Homenaje de MARIA DEL MAR ESTRELLA y RUBEN FERRERO

Ruben Ferrero junto a su pianica.
wwww.rubenferrero.cancionero.net
rubenferrero@hotmail.com

Dibujo de Lorca

Federico a los 22 años

Federico a los 38 años

En la vieja bodega del CAFÉ TORTONI, se presentó un
Homenaje al cantor de España.
La gran poeta y artista Maria del Mar Estrella (Hija del gran
escritor y poeta Fermin Estrella Gutierrez) redactó textos propios y
de García Lorca, y Ruben Ferrero creó la música desde el piano.


LLANTO POR IGNACIO SANCHEZ MEJÍA

La sangre derramada. ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras ¡Que no quiero verla¡ Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada, ni corazón tan de veras. Como un rio de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué gran serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera. Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas! No. !Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. !Yo no quiero verla!